sábado, 28 de mayo de 2011

Memorias de un día cualquiera

La situación de Colombia es demasiado cruel para ser cierta, leí todos y cada uno de los cuentos que quisieron escribir personas que como yo buscan expresar sus sentimientos de alguna manera no convencional y que tal vez para otros resulta ridícula, y al terminar de leer concluí que muchas de las historias allí plasmadas convergen en lo mismo, la cruel situación por la que atraviesan decenas de familias colombianas, tantas muertes injustificadas, tanta guerra, tanto dolor causado por defender ideales que si en algún momento eran nobles, hoy se convirtieron en absurda politiquería y lucha de poderes, porque en nuestra sociedad el que tiene el poder lo tiene todo aunque ni si quiera sepa cómo usarlo.

Llevo dos meses pensando en lo que voy a escribir, no quiero que suene a lo mismo de siempre, pero realmente mi mente se ha enfrentado a otras batallas y perdí el norte de la inspiración, ciertamente la hoja de papel en la que todo iba a empezar, sigue estando completamente en blanco, mi escritorio sigue estando libre de cualquier indicio de que quisiera escribir algo y en mi computador tampoco hay historias.

Hay tantas cosas que quisiera decir, tanto de lo cual pudiera quejarme y otro tanto que quisiera agradecer, por ejemplo, podría decir que al estar culminando otra etapa de mi vida me he trazado demasiados proyectos para la siguiente ruta a tomar, aunque tal vez mi destino sea incierto; podría quejarme de lo mucho que me disgusta que aquellos a los que el pueblo designa como sus dirigentes, para que tome las mejores decisiones y nos conduzca a un mejor futuro como sociedad, sean los mismos que están dañando todo lo bueno que hay, robando al pueblo que los eligió y aplicando ese refrán que dice que “el rico cada vez es más rico y el pobre cada vez es más pobre”, y podría agradecer por las interminables cosas buenas que surgen día con día en mi vida, por mi familia y por mis amigos, o por el simple hecho de tener la fortuna de despertar cada día para ver nuevamente la grandeza de Dios.

Aún así, el papel sigue estando en blanco, no puedo decidir sobre qué escribir, n siento que tenga una motivación verdaderamente grade como para producir un texto, o de pronto todas son tan grandes que no vale la pena dejar una sola por fuera, antes escribir era demasiado fácil pues los temas venían uno a uno y no se agolpaban en mi mente, mis manos eran una herramienta de expresión por medio de palabras escritas con millones de significados, mi boca susurraba cada palabra al estar escribiendo para que mis oídos dieran su aprobación, aquella que indicase que las palabras elegidas eran las idóneas y en caso contrario sugirieran a mi mente otra combinación que siguiera el mismo conducto regular para que todo quedara en perfecta armonía.

El don de la pluma, como alguna vez me comentaron, se está extinguiendo o tal vez está demasiado apaciguado en éste momento, como dije antes, no quiero escribir algo que suene a lo mismo que todos dicen, quiero marcar una pauta diferente, pero ¿cómo hacerlo si todo el mundo habla de los mismos temas?, los periodistas hablan de los acontecimientos recientes en el mundo, todos tan diversos y de diferentes opiniones, que cusan controversia o que pasan desapercibidos, los ambientalistas hablan del daño que el hombre causa al medio ambiente, los religiosos de la religión, los maestros de sus clases, los estudiantes de sus notas, en fin, todo el mundo se ha vuelto demasiado monótono a la hora de hablar que hace que algunos pierdan esa autonomía a la hora de escribir, o que simplemente se opte por el camino más fácil, seguir a los demás en su carrera de monotonía.

Cuanto tiempo ha transcurrido, y ahí sigue la hoja de papel intacta, sin una sola letra plasmada en ella, sin un solo vestigio de borrones o tachones, ella sigue ahí, esperando a que tome mi pluma y empiece a trazar sobre ella las líneas que juntas se conviertan en letras, las letras en palabras, las palabras en frases, y las frases en textos.

Mi mente sigue en blanco esperando alguna idea nueva, algo que de un momento a otro haga vibrar mi ser, despierte mis sentidos y haga que el papel deje de estar en blanco y la pluma inútil, y así, en total sintonía mente y alma produzcan algo que hechice no solo mis sentidos sino los de mis lectores, y que abra los ojos a tantos que son estar ciegos fisiológicamente han dejado de ver.

Seguiré esperando haber que surge, y como me sugirió un gran maestro, dejaré de intentar para hacer las cosas, finalmente, la meta del día será escribir ese cuento.

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