viernes, 17 de diciembre de 2010

Sol y Luna

Allí estaban los dos, sin hablarse, sin conocerse, sin saber nada el uno del otro, pero al verse sintieron que el mundo se había detenido, que las cosas no serían iguales desde aquel momento, descubrieron una atmósfera diferente, se olvidaron de los demás, solo existían los dos.

Ella encontró una mirada transparente en los ojos de él; él abrió su corazón y le ha permitido a ella entrar en su vida. El tiempo pasaba y los dos inmóviles se comunicaban sin pronunciar palabra alguna, solo sus miradas se entrelazaban volviéndose una sola, y viajando por la infinidad del mundo sin abandonar sus asientos.

El tic tac del reloj, para ellos reflejaba el sonido de las gotas de agua cuando se estrellan con el suelo, recorrieron desde la playa más cálida hasta el polo más helado, juntos, en tan solo unos instantes, tomados de la mano, siendo unos completos desconocidos, pero compartiendo como si se conocieran desde el día en que nacieron.

“Juventud alocada” susurró un hombre que estaba observando la situación, sin comprender lo que estaba sucediendo entre aquellos jóvenes desconocidos enamorados.

El silencio continuaba, aquel aeropuerto dónde aguardaban los aviones que separarían sus caminos era el confidente de tantas locuras que ocurrían en sus mentes, de pronto, se encontraron únicamente los dos, ya todos los demás viajeros habían abordado sus aviones, ya el sol se estaba poniendo y ellos seguían allí, contemplándose el uno al otro, sin si quiera parpadear, encontrándose en sus más locas fantasías, eran el complemento perfecto, estaban los dos bailando un vals cuando de pronto una fuerte voz se escucho en la sala, ya debían abordar sus aviones.

Ellos no se querían separar, pero era necesario tomar ese avión, ella se levantó, y con un dulce adiós se despidió acariciando a su amado sin tocarlo, él también dijo adiós, y con una lágrima en sus ojos se marcharon, cada uno abordó su avión y desde entonces, no se han vuelto a ver, pero se recuerdan como si se estuvieran viendo frente a frente, en la misma sala de espera de aquel aeropuerto donde viajaron juntos a mundos diferentes, él el sol, ella la luna, y las estrellas sus confidentes.

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