Y surgio la necesidad de dejar rodar una lágrima por su rostro callado, una lágrima con la más profunda tristeza, una lágrima con voz propia, una lágrima que callaba a gritos el sentimiento profundo del triste silencio en aquella falta de compañía de su alma.
Dos segundos después, el grito inóspito de un corazón valiente le devolvió las fuerzas para vivir y le dio sentido a su vida, con la espada de la palabra sigilosa y la fuerza ardiente del bello sentimiento, las caricias cariñosas de los besos tiernos fueron el elixir que día a día le regalaban la vida porque la vida para ella solo era él.
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