Tal vez en muchas ocasiones dejamos atrás personas que con el tiempo se convirtieron en grandes amigos, tal vez no hablamos mucho de ellos ni con ellos, y tal vez olvidamos poco a poco desde los momentos compartidos hasta sus rostros.
Ya ha pasado un largo tiempo desde la última vez en que vi a mis amigas del colegio, con las que crecí, aprendí de mis errores, compartí tantas risas y tristezas, tantos trabajos y ratos libres, buenos y malos momentos y tantas cosas más que después de todo valieron la pena ser vividas, pues me hicieron una mejor persona.
También ha pasado bastante tiempo desde el momento en que vi por última vez a mis primeros amigos de la universidad, con quienes inicié una nueva etapa de mi vida, aquellas personas que en principio eran unos extraños que competirían conmigo en el proceso evolutivo de mi vida profesional, pero que con el tiempo más que competencia éramos colegas, socios, artífices de sueños, con quienes compartimos días enteros de clases, noches enteras sin dormir haciendo trabajos, éxitos y derrotas, y hasta las locuras de algunos de los maestros; y aunque recuerdo ciertas cosas, sus rostros han ido desapareciendo de mi mente, se han desvanecido poco a poco en la inmensa magnitud del tiempo.
Uno de ellos me habló hace poco, aunque no tuvimos la oportunidad de vernos, al hablar con él, mi mente trajo a colación tantos momentos compartidos, los tropiezos de inicio de carrera, tantas de las historias escritas junto a él, en fin, y tan solo al haber hablado por unos pocos minutos, ya nos reconocimos nuevamente, recordamos el pasado, y nos proyectamos un nuevo futuro diferente del cual hablábamos cuando apenas nos conocimos.
En ese momento descubrí que los amigos no se olvidan, que nuestra mente los guarda en un espacio reservado, en el cual deja copia de todo lo bueno que vivimos, de todo lo que aprendimos y de las cosas bellas de la vida.
Sí, uno puede olvidar a los compañeros de trabajo, de estudio, a los conocidos en la vida, pero a los amigos jamás se les logra borrar, por más peleas que se tengan con ellos, justificadas o injustificadas, nuestra mente sabe diferenciar aquello que realmente apreciamos a pesar de las circunstancias, le toma una foto y la guarda en el baúl de los recuerdos instalado en el rincón más seguro de nuestra psiquis.
Por eso, hoy escribo para ustedes mis amigos del ayer, para que sepan que no los he olvidado, y que pase el tiempo que pase, o a pesar que la vida nos lleve por diferentes senderos, los momentos que viví con ustedes hiceron que mi mente tomara una fotografía, la cual estará colgada en las paredes del recuerdo.
Amigos, ustedes tal vez fueron los primeros a quienes llamé de tal manera, pues "amigo" es una palabra muy grande para definir a una persona, y por lo mismo, no cualquiera es merecedor de ella. Ustedes, en cambio, se ganaron a pulso ese título, un título que junto con ustedes quedarán grabados eternamente en mi memoria.
A ustedes mis amigos del ayer, del hoy y del mañana, un muy fuerte abrazo desde donde me encuentro hasta donde ustedes puedan estar sin importar todas las barreras que tenga que cruzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario