Y una vez más escribo para desahogar mis sentimientos, una vez más para recordarte mi adorado tormento y para pormeterme nunca más pensar en lo que pudo pero no será.
Algunas veces quisiera salir corriendo a tus brazos y decirte lo que siento por vos, pero la razón me frena y el corazón no lucha; por qué? simplemente porque sabe que no es correspondido, y que en caso de llegar a tí y revelar sus secretos, jamás volverás a verlo de la misma manera, y te alejarás para siempre.
Me negué mil veces el quererte, y mil veces más afirmé haberte olvidado, pero en una de esas noches de pensamientos colectivos, de tantas y tantas tristezas que se recolectan, y tan pocas alegrías que se logran contemplar, recordé tu nombe y junto a él, el deseo ardiente de besar tus labios, de tocar tus manos, de fundirme contigo en la profindudad del universo; te recordé y realmente mis sentimientos se estremecieron al ver tu rostro dibujado en mi mente, tan detallado, que hubiese podido jurar tenerte en frente, pero la ilusión nunca sobrepasa la realidad, y aunque no estabas allí, tu recuerdo era el que me quemába el alma.
Marcaste mi corazón tan rápido que no tuve tiempo de esquivar el golpe, te metiste en mi vida de repente y ahora no puedo sacarte de ella aunque le ordene a mis manos dejar de escribirte, a mi mente dejar de pensarte, a mi ser dejar de extrañarte.
El frío de mi cuerpo reclama el calor de tus abrazos, mi boca reclama la tuya y mis venas el oxígeno de tu aroma, y sinembargo nunca he tendido ninguna de esas cosas, o por lo menos no de la forma en que un amante busca al ser amado; no las he tenido porque los dos distamos tanto como el agua y el aceite, somos polos opuestos y tal vez por lo mismo me atraes, ya sabes cómo es la física de la vida.
Si tan solo pudiera saber qué estas pensando en éste momento y acercarme a ti sin develar mis más profundos sentimientos para que dado un momento de valentía pueda decirte mirandote a los ojos cuánto te quiero, la vida se me haría más llevadera, pero he callado y seguiré callando, solo contándoselo al viento y al magno firmamento en aquellas noches de tristeza.